No hay nada que no puedas hacer... La cuestión es querer hacerlo...

18 nov 2013

¿Qué hacer?

¿Cuántas veces te has levantado por la mañana y preguntado qué hacer hoy? ¿Cuántas veces, al ver un "nada" como respuesta, has decidido volver a dormir? ¿Cuántas te has levantado igualmente para hacer eso, "nada"? ¿Y el día que hay "algo" por hacer? ¿Cuántas veces has hecho caso a esa voz que te dice qué toca?

¿Y si esa voz se pone en tu contra? ¿Aceptas sus respuestas o decides darte otra opción tú mismo? Quizás sería lo más sensato, ignorar eso que busca tu mal y sacar una solución que no te haga caer. ¿Y si la voz insiste y empieza a persuadirte? Lo suyo es seguir ignorando...

¿Y por qué no lo hago? ¿Por qué yo sí le escucho a sabiendas de que no me trae nada bueno? Actúo mal, hago mal las cosas, hago daño o causo tristeza y, aun así, sigo haciendo eso mismo una y otra vez, como un círculo al que nunca le encuentras el final.

Cuando crees que le comprendes, actúa de nuevo y te demuestra que las cosas no son como crees, que nada ha cambiado, que nunca jamás llegaréis a un acuerdo. ¿Por qué? ¿Por qué lo hace? ¿Cómo detenerle? ¿Cómo encontrar el final del bucle?

Y aquí sigo, pensando cómo diablos desviar estos pensamientos, cómo dejar de morderme la cola una y otra vez como la pescadilla, cómo salir del pozo en el que me hunde, cómo liberarme de esta carga que, a su vez, me hace ser otra carga. ¿Encontraré respuestas algún día?

13 mar 2013

Martes 13

Se levantó sobresaltado, sintiendo el frío sudor recorrer su rostro, su cuello y su espalda. De una patada, apartó las sábanas y corrió en busca del móvil, el objeto más cercano que le diría en qué día vive. Martes, 13. Nunca, jamás, había sido supersticioso, pero en esos momentos, después del extraño sueño que había tenido, sintió que le flaqueaban las piernas.
No, no puedo pensar así...
Dejó el móvil de nuevo en el escritorio, encendió la minicadena y dejó que la música sonara fuerte mientras se dirigía al baño a tomarse una ducha que le ayudase a deshacerse de todo aquello que había recorrido su mente con total libertad.
Los sueños son eso, sueños.
Con la toalla a la cintura, regresó al dormitorio en busca de ropa limpia.
Lo primero que pille...
Un repentino escalofrío recorrió su aún mojado cuerpo cuando desdobló la prenda que acababa de coger. Incluso las gotas que caían de su pelo parecían demasiado frías sobre su piel.
Céntrate, ¡céntrate! Es normal que en un sueño vistas tu camisa preferida del mismo modo que es normal que, si esa camisa está limpia, quieras ponértela y tu mano vaya inconscientemente a ella.
Cogió aire y dejó la camisa sobre la silla, intentando pensar únicamente en secarse y vestirse correctamente. Tras ello, su mente debería trabajar en qué desayunaría antes de salir, como cada día, a la facultad.

Y como cada martes desde que empezó el curso, las clases más aburridas con los profesores más aburridos de su mundo se le hicieron eternas, pesadas e incluso aburridas.
Y pensar que fue porque me gustaba el arte que acabé aquí...
Cuando al fin acabó la hora, marcada por el reloj de uno de los compañeros, recogió sus cosas intentando no ser ni el primero ni el último en abandonar el aula. Para su mala suerte, su chaqueta quedó enganchada en la silla y tuvo que entretenerse más de lo que él hubiese querido para soltarla.
Lo que me faltaba... Martes y trece y se ceba conmigo.
Liberada la chaqueta de la primera trampa mortal de ese martes, se apresuró en salir del aula con los últimos cerebritos que siempre preguntaban varias cosas antes de permitir al profesor seguir con su vida.
A ver si quedan mesas libres o han pensado en mí y me han guardado un sitio.
Una pequeña luz de esperanza brilló cuando vio un sitio libre en una mesa con otros compañeros. Sin pensar demasiado, aceleró el ritmo y saludó, dejando su mochila y chaqueta en el puesto vacío antes de sacar la cartera y correr en busca de una bandeja para cargar la comida.
-A menos que te des prisa, no llegarás para los postres.
-¿Algo rico?
-Tarta casera.
-¡Eso no me lo pierdo!
Con energías repentinamente renovadas, se situó en la fila y fue mirando lo que la cocina había sacado en tal día como ése. Las ensaladas de todos los días, pasta y verduras como primer plato, carnes y pescado en la segunda ronda y los postres. Eligió lo que su cuerpo parecía estar pidiéndole a gritos hasta que llegó a los postres, donde una chica con delantal y un gorro en el que recogía su pelo rellenaba la casi vacía nevera con más trozos de tarta, macedonias, yogures y otras piezas de fruta.
-Y con esto, ya puedo estar tranquilo que no me moriré en las clases de la tarde.
-¿Pero te lo piensas comer todo?
-¿Cuándo no lo he hecho?
Las risas contagiaron a todos los miembros de la mesa mientras empezaba a llevar el tenedor del plato a la boca, agradeciendo que la comida fuese más vitalizante que las horas previas del día. Conversando con los colegas, acabó el primer plato, y el segundo casi ni lo notó de lo metido que estaba en la charla sobre una fiesta a la que uno de ellos había asistido el día anterior y una chavala que había conocido.
-Y para fastidiarlo, llegaron mis padres y dijeron que nos íbamos porque como yo estudiaba y esas cosas, que necesitaba dormir, que es vital que estudie, que muchas chorradas...
-¿Y dormiste?
-¡Absolutamente nada! Lo he dormido todo las dos primeras horas, así que ya me estáis pasando los apuntes...
-¡Eres un aprovechado del carajo!
Dejavú, ese momento ya había sido vivido, ya se habían pronunciado esas palabras antes, ya había comido incluso aquellos platos, incluso el postre que aún permanecía intacto. Dejó caer la cuchara en el plato, se puso de pie y, sin decir nada a sus estupefactos compañeros, cargó la mochila en un hombro y la chaqueta en la otra mano y salió corriendo de la cafetería de la facultad.
¿Pero qué diablos estás haciendo? ¡Estás pareciendo un completo idiota! ¿Qué mosca te ha picado para dejar abandonado el postre?
De nada servía acusarse, martirizarse o insultarse. Sus pies podían más que su mente y lo estaban alejando de allí, lo hacían caminar al exterior del campus, le hacía cruzar la calle y seguir alejándose de los edificios de estudio. No se detuvo hasta que un graznido lo sobresaltó y obligó a voltear hacia un lado.
Huye. ¡Sal corriendo, maldita sea! ¿Es que no te das cuenta de lo que tienes al lado? ¡Mueve esas malditas piernas y aléjate de ese tipo!
Nuevamente, el graznido de la criatura negra que descansaba sobre una señal de tráfico provocó su movimiento. A gran velocidad, salió corriendo sin mirar a ningún lado que no fuese al frente. En muy poco tiempo le faltó el aliento y sintió arder todos sus músculos. Un pequeño tropiezo en mitad de un paso de peatones cuando su semáforo estaba en rojo le heló la sangre y forzó a cerrar los ojos.

Los abrió, sintiendo el frío sudor recorrer su cuerpo, sintiendo su corazón acelerado a un ritmo que él creía imposible, desconocido hasta ese momento. Volteó la vista a un lado y comprobó la hora. 6:45. Suspiró intentando calmar su respiración y las pulsaciones del corazón.
Malditos sueños... ¿No pueden esperar a la hora de despertar para dar el golpe final?
Pesadamente, se puso en pie. Su cuerpo estaba algo dolorido e incluso le costaba caminar. Tomó el móvil de su escritorio y observó la fecha. Martes, 13. Chascó la lengua; esta vez no iba a caer tan fácilmente. Una ducha rápida sin música, la ropa que reposaba en la silla (completamente diferente a la que llevaba en aquel tétrico sueño) y un desayuno completamente diferente al triste vaso de zumo y la tostada con mermelada.
Martes y trece, ¿eh? Soy humano, pero no tropiezo dos veces en la misma piedra.
Recogió sus cosas y salió a la calle. Por el mismo camino de siempre, topándose con la misma gente de siempre, acabando con el grupo de colegas de la facultad... Como siempre. Lo que no era lo mismo fue la llegada a la universidad.
Mierda... ¿Y ahora qué?
El tipo ante la puerta principal alzó un brazo, armado con una pistola, y sin dar tiempo a nadie a reaccionar, descargó su contenido sobre todos. Él cerró los ojos.

Otra vez el sudor lo bañaba mientras el despertador lo ensordecía más que un concierto de heavy metal en el que te toca junto a los altavoces. Otra vez la sensación de pesadez en el cuerpo. Otra vez el móvil le decía que era Martes 13. Otra vez más de lo mismo.

-¿Cómo va? -preguntó una mujer con bata blanca.
-No muy bien -negó otro hombre, con ropas verdes -. Esta vez se ha caído antes.
-¿Y por lo demás?
-Nada indica una enfermedad o dolencia, pero su propia mente lleva al cuerpo a autodestruirse.
-Infórmame de cualquier cambio, ya sea avance o retroceso -señaló la mujer caminando firme y rápida lejos de aquel lugar, a un despacho donde, alumbrada por el flexo sobre el escritorio, abrió un archivo del ordenador.
Sujeto 2024:
El paciente sigue viviendo en su propio mundo. Por las grabaciones que me han entregado, en todas está repitiendo el mismo día, martes 13 de abril, coincidiendo con la fecha en la que el sujeto fue ingresado.
Una pausa mientras su dedo daba golpecitos sobre la tecla del "intro". Cambió a un punto y continuó escribiendo.
Al parecer, las acciones no siempre son las mismas. Poco se ha podido saber de lo que ve en esos momentos. Sin embargo, compartiendo las dos últimas grabaciones con la policía, hemos podido deducir que lo que él ve es el último día de toda esa gente que mató en Martes 13.
Volvió a mirar el informe escrito en papel que reposaba a su lado, suspiró y pulsó el "intro", guardando así los nuevos datos sobre el tipo encerrado entre cuatro paredes de aquel hospital psiquiátrico.

9 oct 2011

Dark Princess

¿Qué pasa hoy? Normalmente todo es alegre, todo son sonrisas, nada molesta lo más mínimo... Entonces, ¿por qué tiene que aparecer alguien para destrozar lo que tanto te anima? ¿Acaso le encuentra algo divertido a todo esto? ¿Tiene algún objetivo en concreto? ¿Por que no me permite disfrutar de ese momento de felicidad?

Es algo insignificante, pero para mí puede ser muy valioso. Y quien me fastidia el momento nunca sale bien parado. Deberían saberlo todos aquellos que me conocen, pero por alguna extraña razón, a todo el mundo se le olvida. A mí no, ¿sabéis? A mí no. Yo sí lo tengo en mi mente, aunque me obligo a eliminarlo para no sufrir. Porque a algunos les da igual que les diga "no debería sentirme mal, podría afectarme muy negativamente y ya no a nivel anímico".

Si hay alguien que aún quiera dañarme fastidiándome de la peor manera posible, por favor, desiste en la idea. Es mejor que te ahorres un mal trago y que te muerdas la lengua antes que soltar todo ese veneno que, muy a mi pesar, vas a acabar recibiendo tú mismo.

22 sept 2011

KOR op3

Normalment m'asseuria al seient del costat i tu faries lliscar
el teu cotxe a través de la preciosa nit.
La teva trucada, anul·lant la nostra cita d'avui,
fa que cregui que tu m'estàs enganyant.
.
I faig veure que me n'adono, però estic plena de dubtes
i només aconsegueixo que t'allunyis més.
.
Ahahà.
Jo sóc l'actriu que hi ha dins el mirall.
Sé que l'orgull no em deixa parlar.
Tan sols voldria que sabessis que et duc al cor.
T'estimo molt!
Jo sóc l'actriu que hi ha dins el mirall.
Et perdo i no em puc resignar.
És teu el meu amor. M'has trencat el cor.
.
Ahahà.
Jo sóc l'actriu que hi ha dins el mirall.
Tant de bo ara pogués plorar més!
Tan sols voldria que sabessis que et duc al cor:
t'estimo molt.
Jo sóc l'actriu que hi ha dins el mirall,
i sé que sóc la culpable de tot.
Ja no puc tornar: m'has trencat el cor!

1 ago 2011

Don't you see

No ho entenc per què no hi ha manera que em sortin les paraules
Amb la mateixa facilitat que quan escric a un amic...
Ara m'adono que ens calia temps per còneixens millor..
Per confiar l'un en l'altre...
.
Però em sap greu i em fa mal haver de reconèixer
Que no es pot confiar en tothom, l'amor es demanar que t'estimin
Però estic convençuda, absolutament, que no patiria tant
Si deixés de veure-ho així...
.
Que no ho veus?
Per molt que t'ho supliqui sé que tu ja no tornaràs
Si us plau, pensa en mi...
Que no ho veus?
Encara que la gent passi de pressa per les nostres vides
Si us plau, tu no em deixis mai...

20 mar 2011

Cuando tus ojos no lo ven claro

¿Por qué tanta vergüenza o tanto miedo a admitirlo? Sí, hay noches en las que me asusta el juego de luz y sombras que entran por la ventana, ¿y qué? Sí, soy también muy mayorcita para andar asustándome de la oscuridad, pero lo sé afrontar. ¿Cómo? ¡Qué me sé yo, me quedo dormida!
.
Cada día es igual. Entras en tu dormitorio, te quitas la ropa y la dejas tirada de cualquier manera en la silla del escritorio, o encima de la cómoda, o la cuelgas en el perchero. Te pones el pijama tranquilamente y te quitas las gafas para dormir. Te tumbas en la cama y apagas la luz, dando inicio al espectáculo de sombras que se recortan a tu alrededor.
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Miras al techo, te giras hacia un lado y ves algo extraño. Sabes lo que es, pero a tu mente viene la idea de que hay algo extraño... o alguien. Sabes que no es así y cierras los ojos, pero sigues viendo esa imagen. Abres de nuevo los ojos y te levantas. Remueves todo lo que te hace imaginar cosas y vuelves a tumbarte. Compruebas que nada es lo que parecía y cierras los ojos. Así está mejor.
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Un coche pasa, chocando sus faros contra la ventana. Entra la luz y bailan las sombras contra la pared, pillándote con los ojos abiertos. Maldita sea, ¡olvidaste bajar la persiana! Te vuelves a levantar, estiras el brazo y logras bajar la persiana. Te tumbas y observas alrededor; poco a poco, tu vista se acostumbra a la oscuridad y vuelves a tener siluetas extrañas en tu dormitorio. Es la chaqueta, es la silla, es un pantalón, es el perchero, es un armario... Son cosas que conoces, pero tus ojos te engañan y crees que se mueven.
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Estás durmiéndote, tus ojos cada vez ven menos, pero vuelves a asustarte. Hay algo al otro lado de la persiana, algo moviéndose. Paras a pensar: es tan sólo otro engaño de la vista, un punto negro en mitad de la escena que se mueve junto a tu vista. Otra falsa alarma. Cierras los ojos, con gran cansancio, y al fin te duermes. Al día siguiente miras alrededor: da más miedo el resultado de los movimientos que has estado haciendo que lo que tus ojos han visto antes de dormir.
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¿Y bien? ¿Alguien va a decir alguna cosa? Sí, hay veces en las que me asusto tontamente. Por ello me duermo. Otros, aun cansados, aguantarían sin cerrar los ojos por temor a que se le abalanzasen cuando bajase la guardia. ¿Es que como a algunos no os pasa es motivo para hacerme sentir mal? Pues lo diré bien alto: SÍ, MIS OJOS ME ENGAÑAN Y LA OSCURIDAD SE MUESTRA DIFERENTE. ¿Contentos? Yo sí, muchísimo, me he liberado de un peso grande.

29 ene 2011

Tardes de invierno

Sentada en su butaca preferida pasaba las tardes frías de invierno una muchacha. Con un libro sobre sus piernas mataba las horas aventurándose en otros mundos, donde el espacio y el tiempo no le impedían moverse por donde le apeteciese. Pero ahora ese libro estaba cerrado; sus páginas no sonaban en el silencio del lugar y sus personajes no se movían ni actuaban ante nadie. Silencio absoluto para una joven soñadora.
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El sol seguía alto en el cielo y los niños jugaban y reían entre el griterío de alguna madre advirtiéndole que andase con cuidado para no caer. Ella sonrió; no caer. Dejó escapar un suspiro al cristal y volvió la vista a su libro. Muchos más como ése yacían junto a la butaca, olvidados para muchos, pero no para su mente. Una aventura tras otra, sin moverse siquiera de la butaca. Muchos lugares sin abandonar su casa; muchos mundos sin tomar un cohete ni nave espacial; muchas personas con vidas diversas que le enseñaron cómo afrontar los problemas de sus vidas. Y todos ellos yacían a su lado.
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Estiró un brazo hacia la mesita. No la alcanzaba desde donde estaba. Volvió a intentarlo, impulsándose un poco más. Nada. Apartó su libro e intentó nuevamente alcanzar la mesita sin éxito. Volvió a sentarse cómodamente en la butaca, mirando el techo. ¿Cómo la alcanzo? Miró alrededor: nadie en aquel lugar. Llamó con un "¿hola?" esperando respuesta: ningún sonido. Otro suspiro. Cerró los ojos y volvió a armarse de valor para alcanzar la mesita.
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Un ruido; un golpe. Alguien en el piso superior empezó a moverse apresuradamente y a bajar escaleras. Se acercaba alguien, pero ya era tarde. Había logrado alcanzar la mesita aunque no como hubiese querido ella. En el suelo, se arrastraba lentamente hasta posar una mano sobre la superficie de madera. La otra chica suspiró aliviada.
-No te oí llamar.
-He podido yo sola -le respondió sonriente la joven en el suelo, apoyada sobre un brazo y vuelta hacia atrás para observar.
-Pero te has caído de la butaca.
-Me balanceé demasiado -rió.
-Haberme vuelto a llamar.
-Creí que estaba sola en casa.
-Está bien.
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Se acercó y le quitó de encima la pesada butaca. Aquello podría haberle dolido si lo hubiese sentido. En cambio, permanecía inmóbil, esperando paciente a que su butaca volviese a estar levantada y la cogiesen para devolverla nuevamente a su butaca.
-Deberías tener más cuidado -le sermoneó como las madres que pasaban con sus hijos por la calle.
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La alzaba del suelo y dejaba en la butaca. Le ordenó esperarle y marchó a otra sala. Ella obedeció: había preocupado a su compañera y no quería volver a asustarla. Sus libros estaban junto a la butaca, esparcidos por el suelo; la mesita se había movido cuando ella cayó y la empujó antes de golpearse el rostro; bajo ésta, la alfombra se había arrugado y nadie más parecía haberse dado cuenta de ello.
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Ruido; volvían a acercarse a ella. Se giró y sonrió; su compañera también sonrió apoyada en el respaldo de la butaca. Alzó la mesita y arregló la alfombra, colocó la mesita en su sitio y apiló los libros como estaban.
-¿Qué has leído esta vez?
-Una historia muy bella.
-¿La repetirás?
-Algún día.
-Venga, te vienes conmigo arriba un ratito.
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Se acercó nuevamente y la cogió en brazos. Con cuidado, avanzó hasta el pasillo, salió del salón, subió lentamente las escaleras vigilando por dónde pisaba, alcanzó la puerta de su cuarto y la abrió. Dejó que la muchacha esperase en la cama y volvió escaleras abajo al salón.
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El dormitorio era de un azul claro con cuadros de personajes colgados en una de las paredes. Sintió esa agradable sensación que le recorría cada vez que entraba en esa austera estancia; una sensación de libertad y alegría que sólo los libros podía superar.
-Venga, hay que cambiarse -oyó en la puerta.
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Le ayudaban siempre a vestirse, aunque en los últimos días sorprendía a todos haciéndolo sola. Después de aquello, le peinaban en ese mismo cuarto y le hacían esperar mientras recogían su ropa y el cepillo. Arreglada, la cogían y volvían a llevar hasta las escaleras. Algunos amigos le dejaban bajar por el pasamanos, otros preferían llevarla en brazos por temor a que cayese.
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Al final de las escaleras le esperaba su inseparable amiga y enemiga, la que le ayudaba a avanzar pero le privaba actuar como los demás. Allí la sentó la otra y avanzó hacia la puerta para abrirla. Más dificultosamente, la muchacha avanzaba empujando las grandes ruedas. Llegó a la puerta y miró a su compañera; le sonrió más forzadamente mirando hacia arriba.
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En la calle hacía frío, pero no pasaba nada; tenía su abrigo puesto y la manta por encima de sus piernas... Aunque no las sentía. No sentía el frío; no sintió la butaca sobre ellas, aplastándolas. No sintió nada. Ni el frío metal de la silla de ruedas le afectaba.
-Iremos a dar una vuelta y al médico, ¿de acuerdo?
-Me encuentro bien -se extrañó ella.
-Se te ha caído la butaca encima. A ti no te duele, pero a mí me ha asustado.
-¿Vamos por ti entonces? -se burló la inválida.
-Da igual -rió.