Se levantó sobresaltado, sintiendo el frío sudor recorrer su rostro, su cuello y su espalda. De una patada, apartó las sábanas y corrió en busca del móvil, el objeto más cercano que le diría en qué día vive. Martes, 13. Nunca, jamás, había sido supersticioso, pero en esos momentos, después del extraño sueño que había tenido, sintió que le flaqueaban las piernas.
No, no puedo pensar así...
Dejó el móvil de nuevo en el escritorio, encendió la minicadena y dejó que la música sonara fuerte mientras se dirigía al baño a tomarse una ducha que le ayudase a deshacerse de todo aquello que había recorrido su mente con total libertad.
Los sueños son eso, sueños.
Con la toalla a la cintura, regresó al dormitorio en busca de ropa limpia.
Lo primero que pille...
Un repentino escalofrío recorrió su aún mojado cuerpo cuando desdobló la prenda que acababa de coger. Incluso las gotas que caían de su pelo parecían demasiado frías sobre su piel.
Céntrate, ¡céntrate! Es normal que en un sueño vistas tu camisa preferida del mismo modo que es normal que, si esa camisa está limpia, quieras ponértela y tu mano vaya inconscientemente a ella.
Cogió aire y dejó la camisa sobre la silla, intentando pensar únicamente en secarse y vestirse correctamente. Tras ello, su mente debería trabajar en qué desayunaría antes de salir, como cada día, a la facultad.
Y como cada martes desde que empezó el curso, las clases más aburridas con los profesores más aburridos de su mundo se le hicieron eternas, pesadas e incluso aburridas.
Y pensar que fue porque me gustaba el arte que acabé aquí...
Cuando al fin acabó la hora, marcada por el reloj de uno de los compañeros, recogió sus cosas intentando no ser ni el primero ni el último en abandonar el aula. Para su mala suerte, su chaqueta quedó enganchada en la silla y tuvo que entretenerse más de lo que él hubiese querido para soltarla.
Lo que me faltaba... Martes y trece y se ceba conmigo.
Liberada la chaqueta de la primera trampa mortal de ese martes, se apresuró en salir del aula con los últimos cerebritos que siempre preguntaban varias cosas antes de permitir al profesor seguir con su vida.
A ver si quedan mesas libres o han pensado en mí y me han guardado un sitio.
Una pequeña luz de esperanza brilló cuando vio un sitio libre en una mesa con otros compañeros. Sin pensar demasiado, aceleró el ritmo y saludó, dejando su mochila y chaqueta en el puesto vacío antes de sacar la cartera y correr en busca de una bandeja para cargar la comida.
-A menos que te des prisa, no llegarás para los postres.
-¿Algo rico?
-Tarta casera.
-¡Eso no me lo pierdo!
Con energías repentinamente renovadas, se situó en la fila y fue mirando lo que la cocina había sacado en tal día como ése. Las ensaladas de todos los días, pasta y verduras como primer plato, carnes y pescado en la segunda ronda y los postres. Eligió lo que su cuerpo parecía estar pidiéndole a gritos hasta que llegó a los postres, donde una chica con delantal y un gorro en el que recogía su pelo rellenaba la casi vacía nevera con más trozos de tarta, macedonias, yogures y otras piezas de fruta.
-Y con esto, ya puedo estar tranquilo que no me moriré en las clases de la tarde.
-¿Pero te lo piensas comer todo?
-¿Cuándo no lo he hecho?
Las risas contagiaron a todos los miembros de la mesa mientras empezaba a llevar el tenedor del plato a la boca, agradeciendo que la comida fuese más vitalizante que las horas previas del día. Conversando con los colegas, acabó el primer plato, y el segundo casi ni lo notó de lo metido que estaba en la charla sobre una fiesta a la que uno de ellos había asistido el día anterior y una chavala que había conocido.
-Y para fastidiarlo, llegaron mis padres y dijeron que nos íbamos porque como yo estudiaba y esas cosas, que necesitaba dormir, que es vital que estudie, que muchas chorradas...
-¿Y dormiste?
-¡Absolutamente nada! Lo he dormido todo las dos primeras horas, así que ya me estáis pasando los apuntes...
-¡Eres un aprovechado del carajo!
Dejavú, ese momento ya había sido vivido, ya se habían pronunciado esas palabras antes, ya había comido incluso aquellos platos, incluso el postre que aún permanecía intacto. Dejó caer la cuchara en el plato, se puso de pie y, sin decir nada a sus estupefactos compañeros, cargó la mochila en un hombro y la chaqueta en la otra mano y salió corriendo de la cafetería de la facultad.
¿Pero qué diablos estás haciendo? ¡Estás pareciendo un completo idiota! ¿Qué mosca te ha picado para dejar abandonado el postre?
De nada servía acusarse, martirizarse o insultarse. Sus pies podían más que su mente y lo estaban alejando de allí, lo hacían caminar al exterior del campus, le hacía cruzar la calle y seguir alejándose de los edificios de estudio. No se detuvo hasta que un graznido lo sobresaltó y obligó a voltear hacia un lado.
Huye. ¡Sal corriendo, maldita sea! ¿Es que no te das cuenta de lo que tienes al lado? ¡Mueve esas malditas piernas y aléjate de ese tipo!
Nuevamente, el graznido de la criatura negra que descansaba sobre una señal de tráfico provocó su movimiento. A gran velocidad, salió corriendo sin mirar a ningún lado que no fuese al frente. En muy poco tiempo le faltó el aliento y sintió arder todos sus músculos. Un pequeño tropiezo en mitad de un paso de peatones cuando su semáforo estaba en rojo le heló la sangre y forzó a cerrar los ojos.
Los abrió, sintiendo el frío sudor recorrer su cuerpo, sintiendo su corazón acelerado a un ritmo que él creía imposible, desconocido hasta ese momento. Volteó la vista a un lado y comprobó la hora. 6:45. Suspiró intentando calmar su respiración y las pulsaciones del corazón.
Malditos sueños... ¿No pueden esperar a la hora de despertar para dar el golpe final?
Pesadamente, se puso en pie. Su cuerpo estaba algo dolorido e incluso le costaba caminar. Tomó el móvil de su escritorio y observó la fecha. Martes, 13. Chascó la lengua; esta vez no iba a caer tan fácilmente. Una ducha rápida sin música, la ropa que reposaba en la silla (completamente diferente a la que llevaba en aquel tétrico sueño) y un desayuno completamente diferente al triste vaso de zumo y la tostada con mermelada.
Martes y trece, ¿eh? Soy humano, pero no tropiezo dos veces en la misma piedra.
Recogió sus cosas y salió a la calle. Por el mismo camino de siempre, topándose con la misma gente de siempre, acabando con el grupo de colegas de la facultad... Como siempre. Lo que no era lo mismo fue la llegada a la universidad.
Mierda... ¿Y ahora qué?
El tipo ante la puerta principal alzó un brazo, armado con una pistola, y sin dar tiempo a nadie a reaccionar, descargó su contenido sobre todos. Él cerró los ojos.
Otra vez el sudor lo bañaba mientras el despertador lo ensordecía más que un concierto de heavy metal en el que te toca junto a los altavoces. Otra vez la sensación de pesadez en el cuerpo. Otra vez el móvil le decía que era Martes 13. Otra vez más de lo mismo.
-¿Cómo va? -preguntó una mujer con bata blanca.
-No muy bien -negó otro hombre, con ropas verdes -. Esta vez se ha caído antes.
-¿Y por lo demás?
-Nada indica una enfermedad o dolencia, pero su propia mente lleva al cuerpo a autodestruirse.
-Infórmame de cualquier cambio, ya sea avance o retroceso -señaló la mujer caminando firme y rápida lejos de aquel lugar, a un despacho donde, alumbrada por el flexo sobre el escritorio, abrió un archivo del ordenador.
Sujeto 2024:
El paciente sigue viviendo en su propio mundo. Por las grabaciones que me han entregado, en todas está repitiendo el mismo día, martes 13 de abril, coincidiendo con la fecha en la que el sujeto fue ingresado.
Una pausa mientras su dedo daba golpecitos sobre la tecla del "intro". Cambió a un punto y continuó escribiendo.
Al parecer, las acciones no siempre son las mismas. Poco se ha podido saber de lo que ve en esos momentos. Sin embargo, compartiendo las dos últimas grabaciones con la policía, hemos podido deducir que lo que él ve es el último día de toda esa gente que mató en Martes 13.
Volvió a mirar el informe escrito en papel que reposaba a su lado, suspiró y pulsó el "intro", guardando así los nuevos datos sobre el tipo encerrado entre cuatro paredes de aquel hospital psiquiátrico.
13 mar 2013
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